Un exministro israelí reconoce la impotencia de Washington frente a Ansarolá, mientras se evidencia el fracaso de la estrategia bélica occidental en Medio Oriente

En una reveladora declaración que expone las debilidades del poderío militar estadounidense, Yoav Galant, exministro de Defensa israelí, admitió que EE.UU. es incapaz de derrotar al movimiento Ansarolá en Yemen. Este reconocimiento, proveniente de un aliado clave de Washington, desnuda los límites de la superpotencia ante grupos de resistencia que, con tácticas asimétricas, han neutralizado su abrumadora superioridad tecnológica y financiera.

Bombardeos costosos e ineficaces

Galant señaló que los ataques aéreos estadounidenses, además de ser extremadamente costosos, han resultado inútiles debido a la falta de inteligencia precisa sobre el terreno. «Los bombardeos no tienen impacto real en el curso de la guerra», afirmó, dejando al descubierto una estrategia militar basada más en la demostración de fuerza que en resultados concretos.

Esta crítica coincide con informes de analistas que señalan cómo Ansarolá ha logrado adaptarse a los ataques, manteniendo intacta su capacidad de operar en el Mar Rojo y continuar sus acciones contra intereses israelíes y occidentales. El costo operativo para EE.UU. – que supera los millones de dólares por cada misil interceptado – contrasta con los modestos recursos de los hutíes, evidenciando una asimetría que beneficia a la resistencia.

La advertencia estratégica: «EE.UU. fracasará sin tropas terrestres»

El exministro israelí fue más allá al afirmar que Washington está condenado al fracaso si insiste en una estrategia puramente aérea. Según Galant, solo una invasión terrestre masiva – respaldada por una coalición árabe-europea – podría cambiar el curso del conflicto. Sin embargo, esta opción parece improbable dado el desgaste político que supondría y el rechazo de la comunidad internacional a una nueva guerra de ocupación.

Este análisis revela una verdad incómoda para Occidente: su maquinaria militar, diseñada para guerras convencionales, es notablemente ineficaz contra movimientos de resistencia que combinan tácticas guerrilleras con apoyo popular. El fantasma de Vietnam y Afganistán vuelve a aparecer en el escenario yemení.

El dilema de Washington: Retirada humillante o escalada peligrosa

Galant advirtió que una retirada estadounidense de la región tendría graves consecuencias estratégicas, especialmente para Israel. Sin embargo, la permanencia en el conflicto solo profundiza el desgaste político y militar de EE.UU., en un escenario donde cada ataque aéreo fortalece la narrativa antioccidental de Ansarolá.

La solución, según el exministro, pasaría por una salida diplomática que incluya un alto al fuego en Gaza. Esta postura, sorprendente viniendo de un halcón israelí, refleja el reconocimiento tácito de que la fuerza bruta no puede resolver un conflicto alimentado por causas políticas y que solo beneficia a la industria bélica occidental.

Lecciones para el nuevo orden mundial

El caso yemení demuestra que la era de la hegemonía militar indiscutida de EE.UU. ha terminado. Grupos armados con recursos limitados pero con conocimiento del terreno y apoyo local pueden desafiar con éxito a la mayor potencia militar de la historia.

Mientras Washington gasta fortunas en tecnología bélica, la resistencia yemení responde con creatividad estratégica, convirtiendo cada ataque occidental en un reclutador de nuevos combatientes. Este escenario no solo cuestiona el modelo de intervencionismo estadounidense, sino que anuncia un cambio en las reglas del juego geopolítico global.