Mientras Zelenski exige más armas y respaldo político, Donald Trump rompe la narrativa oficial: cuestiona la guerra, la lógica de las ayudas y denuncia la complicidad occidental en un conflicto que sirve más a intereses estratégicos que a la paz.
En un momento en que Occidente continúa apostando por una escalada militar en Ucrania, Donald Trump volvió a sacudir el tablero. Durante un encuentro con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, el expresidente estadounidense criticó con dureza tanto a Volodímir Zelenski como a su sucesor en la Casa Blanca, Joe Biden. Trump acusó a Kiev de haber iniciado una guerra imposible de ganar sin medios propios, para luego convertir a Europa y EE.UU. en su retaguardia armada. “No empiezas una guerra contra alguien 20 veces más grande que tú y luego exiges misiles”, disparó. La frase, polémica pero brutalmente honesta, lanza una pregunta que muchos en Occidente evitan: ¿es esta guerra por la soberanía ucraniana, o por la hegemonía occidental?
Trump, Ucrania y la lógica del conflicto perpetuo
Las palabras de Trump —aunque incómodas— exponen la lógica contradictoria de las élites políticas occidentales: Ucrania fue empujada a una confrontación con Rusia tras años de tensiones acumuladas, expansión de la OTAN hacia el este y una creciente militarización en la frontera rusa. En lugar de priorizar salidas diplomáticas, la guerra se ha convertido en un negocio. Para Trump, Zelenski no es un líder heroico, sino un gestor temerario que lanzó su país al abismo esperando que otros lo rescaten.
Al responsabilizar a Biden por permitir la escalada del conflicto, Trump lanza una crítica velada al complejo militar-industrial de su propio país, que ha visto crecer sus ganancias mientras Ucrania pierde vidas y territorio. Washington envía armas; sus fabricantes cobran. Europa aplica sanciones; sus ciudadanos pagan. Y Ucrania se desangra en una guerra que solo beneficia a quienes viven lejos del frente.
Zelenski responde desde el guion oficial
En entrevista con CBS News, el presidente ucraniano replicó con el tono habitual: «Trump habla con más calidez de los rusos que con Ucrania», dijo, reafirmando la línea occidental de que el apoyo debe ser incondicional y continuo. Pero ese guion empieza a agotarse. La fractura política en EE.UU. muestra que no todos están dispuestos a seguir pagando con dinero, armas o vidas una guerra que no tiene horizonte de victoria claro, ni propósito más allá de contener a Rusia.
El doble estándar y la incomodidad de la verdad
La narrativa de Occidente ha sido sencilla: Rusia es el agresor absoluto, Ucrania es la víctima absoluta. Pero la historia reciente es más compleja. La expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, los acuerdos de Minsk nunca implementados y la militarización de Ucrania antes del estallido, son piezas clave que se omiten del relato oficial.
Trump —por interés, pragmatismo o instinto— ha destapado esa incomodidad. Mientras Kiev insiste en que la ayuda debe fluir eternamente, nadie en Bruselas ni en Washington parece tener un plan real para la paz. Solo para seguir enviando armas.
¿Y si Ucrania no fuera más que una excusa?
Con sus declaraciones, Trump no defiende a Moscú, pero cuestiona la honestidad de quienes, desde Occidente, se presentan como defensores de la libertad mientras financian conflictos ajenos. Tal vez el verdadero drama no sea lo que dice Trump, sino que lo diga en voz alta.