Según revela el diario El País, el escritor peruano fue diagnosticado en 2020, aunque esta noticia solo era conocida por su íntimo círculo. El medio comenta que los últimos meses de su vida los empleó recorriendo aquellos escenarios que inspiraron algunas de sus novelas más celebradas.

Esta mañana, El País informó que Mario Vargas Llosa, quien falleció ayer, sabía desde hacía casi cinco años que su final estaba cerca, debido a una enfermedad incurable detectada en el verano de 2020.
El círculo cercano del Premio Nobel confirmó que únicamente sus allegados estaban al tanto de su condición. Se hablaba de una “enfermedad grave” sin cura, para la cual existían tratamientos que únicamente podían retrasar lo inevitable. El autor comunicó esta realidad a sus hijos mediante una carta, luego de haberlo discutido con sus médicos. Según explica la pieza firmada por Martín Bianchi, “la tribu” –como se autodenominan los Vargas Llosa– respondió de inmediato a la llamada del pater familias; la carta sirvió para estrechar aún más los lazos familiares y para dejar atrás de manera definitiva las desavenencias surgidas en 2015, cuando el autor de obras como La ciudad y los perros y Conversación en La Catedral terminó su matrimonio de 50 años con Patricia Llosa para iniciar una relación con Isabel Preysler.
El escritor optó por mantener en privado la noticia de su enfermedad. A pesar de saber lo que sucedía en su cuerpo, continuó realizando una hora diaria de ejercicio y escribió sin descanso los siete días de la semana, sin cancelar ninguno de sus compromisos, desde su participación en la Feria del Libro de Lima para celebrar el 50 aniversario de Conversación en La Catedral hasta viajes personales, de Marbella a Alaska. Asimismo, recuerda el diario que “en la Costa del Sol se internó durante 21 días en la Clínica Buchinger para someterse a un ayuno terapéutico.”
Durante el confinamiento por la pandemia en España, Vargas Llosa compartió ese periodo con Isabel Preysler. Las visitas médicas necesarias en ese tiempo pasaron desapercibidas; en abril de 2022 fue ingresado en Madrid, y su hijo confirmó que tuvo covid. En diciembre de ese año, el Nobel puso fin a su relación con Preysler y, a partir de entonces, se inició un proceso de acercamiento tanto con sus hijos como con su antigua esposa, proceso que se evidenció aún más cuando ingresó en la Academia Francesa en París acompañado de todos ellos.
En julio de 2023, volvió a ser ingresado en la clínica madrileña que trataba su enfermedad, y su familia volvió a comunicar que el motivo era la Covid. Sin embargo, tras el verano, en octubre, anunció discretamente su retirada, dejando una breve nota al final de su última novela, Le dedico mi silencio. Posteriormente, en diciembre de 2023, se despidió del columnismo periodístico al publicar su última tribuna en EL PAÍS después de 33 años.
Sus apariciones públicas y viajes se volvieron escasos; pisó Madrid por última vez el verano pasado, luego de algunos días en Grecia. “El Nobel decidió pasar sus últimos meses de vida en su Lima natal, rodeado de sus seres queridos y atendido en su propia casa por un equipo de profesionales”, ahonda el diario. Mientras su salud se lo permitía, visitó lugares que inspiraron las tramas de sus novelas y, el pasado 28 de marzo, celebró su aniversario en familia en su hogar limeño. Su exmujer, Patricia Llosa, estuvo a su lado hasta el final.